Es necesaria una reflexión creyente y metodológicamente fundada, que permita alcanzar una visión breve, global y coherente sobre la vida del cristiano arraigada en las virtudes de Fe, Esperanza y Caridad, recibidas mediante la Gracia.

Tal análisis y perspectiva no incluye sólo un discurso sobre las virtudes como la expresión de lo que el hombre debe hacer, sino más bien de lo que debe ser. La imagen clásica de las cuatro virtudes cardinales se completa con las tres virtudes llamadas teologales, conformando entre las siete la imagen cristiana del hombre bueno, llamado a ser hijo en el Hijo.